CLUB DE LECTURA
Terminando nuestra lectura, queremos compartir con vosotros un fragmento que ha impresionado especialmente a un miembro de nuestro club. Esperamos que disfrutéis de la magia de las descripciones llenas de intriga y terror.
“Sin darme cuenta de lo que estaba haciendo, me aproximé a la losa de mármol hasta que me encontré a suficiente distancia como para poder alargar la mano y tocarla. Advertí entonces que sobre los dos ataúdes había labrados un nombre y una cruz. El polvo, un manto de cenizas, los enmascaraba. Posé la mano sobre uno de ellos, el de mayor tamaño. Lentamente, casi en trance, sin pararme a pensar lo que hacía, barrí las cenizas que cubrían la tapa del ataúd. Apenas podía leerse en la tiniebla rojiza de las velas...
Me quedé paralizado. Algo o alguien se estaba desplazando desde la oscuridad. Sentí que el aire frío se deslizaba sobre mi piel y sólo entonces retrocedí unos pasos.
-Fuera de aquí - murmuró la voz desde las sombras.
La reconocí al instante. Laín Coubert. La voz del diablo.
Me lancé escaleras arriba y una vez gané la planta baja así a Bea del brazo y la arrastré a toda prisa hacia la salida. Habíamos perdido la vela y corríamos a ciegas. Bea, asustada, no comprendía mi súbita alarma. No había visto nada. No había oído nada. No me detuve a darle explicaciones. Esperaba en cualquier momento que algo saltase de las sombras y nos cerrase el paso, pero la puerta principal nos esperaba al final del corredor, los resquicios proyectando un rectángulo de luz.
-Está cerrada- musitó Bea.
Palpé mis bolsillos buscando la llave. Volví la vista atrás una fracción de segundo y tuve la certeza de que dos puntos brillantes avanzaban lentamente hacia nosotros desde el fondo del corredor. Ojos. ...
(La Sombra del viento, pág.370/371)